El primero comunicado de la Casa Blanca de Donald Trump fue para invitar a México y a Canadá a renegociar el TLC de modo que sea “justo para los trabajadores estadounidenses”. El mensaje es un dato político porque además de no atacar a México en su mensaje inaugural, el presidente evitó cualquier chance de abandonar el Nafta desde el inicio de su administración, un tema que estaba instalado a ambos lados de la frontera.
En las horas previas a la toma de posesión, en los círculos más decisivos de Washington se instaló la percepción de que Trump moderaría su postura respecto a México porque sus asesores han comenzado a entender lo complicado que sería para Estados Unidos una guerra comercial con su país vecino.
Integrantes del equipo de transición comentaban en la noche del jueves que el 70% del comercio de 24 estados de EU está relacionado con México. El número más contundente: 5 millones de empleos dependen de la economía mexicana.
Una situación que se condice con el discurso de Ildefonso Guajardo a los empresarios mexicanos. El secretario de Economía defiende la tesis de que Trump estará presionado por fuertes intereses económicos de su país que se sustentan en el comercio con México.
No pasó desapercibido en esta capital el dato de que en los últimos días empresas y gobiernos municipales mexicanos suspendieron sus tratos comerciales con Ford en respuesta a que la armadora se retiró de San Luis Potosí. Hay más: tal como reveló LPO, el canciller Luis Videgaray le pidió a uno de los hombres de su entorno diseñar impuestos especiales para firmas de Estados Unidos que operan en México en el segmento de la tecnología. Algo que ya estas empresas reportaron a la embajadora Roberta Jacobson.
En simultáneo Trump le restó chances al impuesto fronterizo y se mostró más cauto sobre el tema. Está creciendo la idea de que interrumpir el vínculo con México le implicaría a EU una nueva realidad macroeconómica: la inflación.
Tomado de LPO