No, no es ilusorio abatir la delincuencia
Cuando Librado Navarro Jiménez fue Director de Seguridad Pública en Guaymas, durante una entrevista que le hice, expuso una frase de cuatro palabras que usé como el encabezado de la nota: “Educación es la solución”.
Cuantas veces he abordado aquí el tema de la siempre creciente delincuencia, “me cuelgo” de la reflexión de Navarro Jiménez e insisto, una y otra vez, que no habría tantos jóvenes inmersos en las filas criminales si el tipo de educación en México fuera diferente, sí, pero también si los padres no hubieran abandonado el compromiso de educar a sus hijos.
Una vez alguien me quiso hacer ver dos cosas. La primera, que toda la responsabilidad del brote continuo de maleantes es culpa de los maestros, del gobierno, de los diputados y hasta del señor de la esquina, y no de los padres de familia. Le dije que no estaba de acuerdo. Nunca lo he estado.
Después me dijo que la única solución para abatir de raíz la delincuencia en México era el exterminio total y absoluto de quienes se dedican a eso. Es decir, bañar al país de la sangre de cientos y miles de muchachos cuyo gran delito en esta vida es no haber tenido padres que los hayan blindado con la educación orientadora para encontrar la diferencia entre el buen y el mal vivir. Hoy su vida es para matar y esperar a que los maten.
Ayer, la presidente Claudia Sheinbaum Pardo hizo un par de precisiones importantes. Una de ellas, reiteró que no va a regresar la guerra contra el narcotráfico, algo que la oposición quiere manejar de manera absurda como una complicidad con el sector criminal. Y la otra, asumió que la delincuencia no se va a inhibir abatiendo a sicarios y demás delincuentes, sino en cambio abordando las causas fundamentales que la provocan. Por supuesto que estamos hablando de educación entre otras cosas.
Al final de cuentas, esa es la única forma en que el México actual de elevados índices de criminalidad puede revertirse. Es decir, empezar a sembrar la semilla que permita que las nuevas generaciones reciban esa orientación que los lleve a dejar de vivir en la inercia y buscar en la vida productiva, con un buen desarrollo educacional, las formas de desinteresarse en las prácticas reñidas con la ley.
No, amigo lector, no es una fruslería ni mucho menos insignificancia esto. Cambiar la mentalidad de la gente que hoy permanece en la vida equivocada ya no se va a resolver tratando de que se arrepientan de sus pecados, y mucho menos haciéndolos pedazos a punta de bala. Pero si el gobierno empieza por lo más sencillo, es decir, buscando el fortalecimiento de la familia a través de educación, ataque a la pobreza y la generación de mayor bienestar, se puede empezar la finca de un México futuro con menos intranquilidad.
Por supuesto que no es sencillo. Sería una delicada encomienda de años de duración. Pero es mucho peor querer inhibir los índices delictivos matando delincuentes a discreción, en vez de trabajar en la construcción de una nueva sociedad.
Y sí se puede…