También hay personas en Washington que se niegan a plegarse a Donald Trump. Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), es una de ellas. Powell cumplió este miércoles con las previsiones al anunciar que, por tercera vez consecutiva, mantiene los tipos de interés al nivel actual, del 4,25%-4,50%, pese a las presiones de Trump.
El presidente deseaba una bajada, temeroso de que sus agresivas y volátiles políticas comerciales provoquen un parón en una economía que, por lo demás, está demostrando una admirable resistencia.
La junta de la Fed acompañó su decisión unánime de una advertencia: “La incertidumbre sobre las perspectivas económicas ha aumentado aún más”, dice el comunicado publicado tras su reunión, la primera desde que hace cinco semanas Trump anunciara la imposición de aranceles, mal llamados “recíprocos”, a decenas de socios comerciales.
“El comité considera que los riesgos de un mayor desempleo e inflación han aumentado” debido a esos aranceles. “Mi instinto me dice que la incertidumbre en la economía es muy alto”, añadió Powell en su comparecencia ante la prensa tras la publicación de la decisión.
“No creo que podamos decir cuál de los riesgos es mayor”, aclaró en referencia un posible efecto de estanflación (suma de mayor inflación y menor crecimiento). Powell advirtió de que “la economía se mantiene sólida” y de que no ve necesario “tener prisa en tomar decisiones” en vista de su “resiliencia”.
“Podemos ser pacientes”, repitió, y esa insistencia hizo pensar en que se deja margen para maniobrar en la próxima reunión de la Fed, en junio, para cuando el mercado tampoco espera recortes de tipos.
También fue claro cuando tocó hablar de Trump. Sus exigencias, dijo, “no afectan” al trabajo de la Fed. Confirmó que ambos no han mantenido aún una reunión desde el regreso a la Casa Blanca del republicano. “No he pedido verle. Nunca lo he hecho, ni nunca lo haré; no creo que propiciar una reunión con el presidente sea algo que le corresponda a alguien que ocupe mi puesto”.
La batería de medidas arancelarias anunciadas por Trump, que este revirtió después parcialmente −aunque no para China− para propiciar negociaciones bilaterales que aún no han dado ningún fruto, provocó una conmoción global. El desplome de los mercados dejó tras de sí la evaporación de 6,5 billones de dólares de valor Wall Street en los primeros 100 días de la nueva Administración.
Ese dato convierte el de Trump en el peor comienzo de un mandato presidencial para la Bolsa desde los tiempos de Gerald Ford (1974-1977). Antes incluso de la escalada en la guerra comercial, los primeros aranceles y amenazas de Trump ya causaron la primera contracción de la economía estadounidense en tres años.
Desde entonces, la última cifra de empleo resultó mejor de lo que aventuraban las previsiones: Estados Unidos generó 177.000 puestos de trabajo en abril, lo que dejó la tasa de paro en un 4,2%. La certificación de que las erráticas políticas de Trump no han afectado aún al mercado laboral −sus condiciones han permanecido “robustas”, celebró Powell− ni a la inflación, pese a los nubarrones que sobre ella proyectan los aranceles, enfrió las expectativas de rebajas, y Powell cumplió con lo previsto.
La Fed se inclina así, en vista de que la inestabilidad reinante, por “esperar y ver” (“wait and see” fue la frase más repetida por Powell). Ese caos complica el trabajo del organismo, cuya misión es doble: alentar el máximo empleo y garantizar la estabilidad de precios. Bajar los tipos incentivaría la economía, pero puede afectar a la inflación. Lo contrario sería peor para el mercado de trabajo.
El actual presidente de la Fed ha dado repetidas señales de que prioriza el freno de la inflación sobre otras urgencias, y de momento parece que lo está logrando pese al caos generalizado: los precios cayeron en marzo un 0,1%, su primer descenso mensual desde mayo de 2020, dejando la inflación interanual en el 2,4%, según datos publicados de la Oficina de Estadísticas Laborales, dependiente del Departamento de Trabajo.
No pudo garantizar este miércoles que será capaz de seguir sujetando el coste de la vida, cuyo comportamiento dependerá, avisó, del éxito o el fracaso de las negociaciones de los aranceles, al igual que el futuro económico: “Tienen el potencial de cambiar el panorama materialmente”. Y, preguntado por el desplome del tráfico marítimo, indicó que “no tenemos las herramientas para lidiar con problemas de suministro [que la guerra comercial con Pekín pueda ocasionar], es la labor de la Administración”
A medida que, debido a la guerra comercial, creció la presión de los mercados sobre Trump, también se recrudeció su enfrentamiento con Powell, que lo nombró en 2018. No tiene potestad para echarlo hasta que termine su mandato, en mayo de 2026, pero las ganas no le faltan, y no parece sensato apostarlo todo a que no se saltará las reglas, en vista de la deriva autoritaria demostrada en sus primeros 100 días en la Casa Blanca.
Trump ha atacado a Powell en repetidas ocasiones, como cuando en febrero de 2024 acusó al funcionario, registrado como votante republicano, de ajustar la política monetaria de la primera potencia mundial con el fin de favorecer la reelección del presidente Joe Biden, que aún no se había apeado de la carrera por la Casa Blanca.
Tras el triunfo en noviembre pasado, Powel dijo que no pensaba dimitir. Lo ha repetido en varias ocasiones desde entonces. Dos días después de que Trump anunciara sus aranceles el 2 de abril, que bautizó como el “Día de la Liberación”, el presidente de la Fed declaró que temía que sus efectos económicos −“significativamente mayores” a lo esperado, dijo− se tradujeran en menor crecimiento y mayor inflación.
A mediados del mes pasado, el presidente estadounidense reaccionó a la expectativa de una bajada de los tipos del Banco Central Europeo arremetiendo contra el hombre al que puso al frente de la Fed, “que siempre reacciona demasiado tarde y se equivoca”, dijo. “El cese de Powel no puede llegar lo suficientemente rápido”, escribió Trump en un mensaje en su red social, Truth.
Marcha atrás
Pocos días después, se echó atrás, y dijo, en parte también al ver cómo caía el dólar y comprobar los efectos de sus decisiones sobre los tipos de interés de la deuda estadounidense, que no pensaba prescindir de Powell. “Me gustaría que fuera un poco más activo en cuanto a su idea de bajar los tipos de interés”, añadió. En una entrevista el domingo en la cadena NBC con la presentadora estrella Kristen Welker, el presidente insistió: un cambio al frente de la Fed no está en sus planes.
Este miércoles, Powell declinó echar gasolina a esa hoguera (“ya he dicho todo lo que tenía que decir al respecto”), aunque no cabe descartar nada, vista lo impredecible de la personalidad de Trump. La próxima reunión de la Fed está prevista para el 17 y 18 de junio. Los datos del empleo de mayo y las cifras de inflación de abril y mayo serán decisivos para saber si Powell continuará con su talante prudente y sujetará una vez más los tipos o si, por el contrario, los bajará, como quiere Trump.
Los inversores estuvieron como siempre muy pendientes de las señales que podía dar Powell en su conferencia de prensa en Washington. De momento, y tras certificar que el anuncio cumplía con lo previsto, las herramientas de predicción vaticinaron que sucederá lo primero y que la política monetaria estadounidense seguirá en junio en modo “esperar y ver”.
Las Bolsas empezaron el miércoles con ganancias impulsadas por la noticia de que China y Estados Unidos están finalmente listos para negociar; será el próximo sábado, en una primera toma de contacto en Suiza. Los números rojos regresaron a los principales índices al conocer, no ya la decisión de la Fed de no bajar los tipos, que se daba por hecha, sino sus advertencias sobre el riesgo de que aumente el desempleo y la inflación.
(EL PAÍS)