25 May, 2025
La resistencia de las y los maestros
Columnas 3 Principal

La resistencia de las y los maestros

May 24, 2025

Por: Hugo Aboites*

Hace ya años, Luz Elena Galván Lafarga, investigadora que revisaba las enormes pilas de correos que había recibido Porfirio Díaz entre 1908 y 1910, cayó en la cuenta de que la mayoría, 47 mil, eran cartas de maestras y maestros. Si se tiene en cuenta que en esa época el número total de maestros en el país era de no más de 12 mil, eso significaba que las y los maestros hacían lo único que en ese momento podían hacer: insistir, suplicar, una y otra vez. 

Muchas de ellas maestras, pero también hombres, pedían ayuda y solicitaban una plaza –aunque fuera lejana– al máximo gobernante, o un aumento de salario, una pensión, pues estaban viejos y en la miseria. Lo más punzante era el salario, pues salvo en algunos lugares –donde más se requerían maestros–, donde los sueldos podían acercarse a 100 pesos mensuales, lo común eran 40 pesos y en los pueblos eran de sólo 10 pesos. 

En su escrito Maestras y maestros en el tiempo (2016), la investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas) había analizado los salarios de otras profesiones, y encontró que no había uno solo de los estados analizados donde los salarios del maestro o maestra fueran iguales o más altos que el de un jornalero. 

Había además, por otro lado, la queja de que en la Ciudad de México un soldado ganaba 90 pesos y un maestro apenas 40 (todavía hoy la disparidad es clara: 8 mil pesos un nuevo maestro, 12 mil un nuevo soldado). Las cartas más conmovedoras eran las de mujeres solas, docentes que debían laborar también como costureras para mantener a la familia, y las maestras que recibirían una ridícula pensión. 

Pero también llaman la atención los escritos de ancianos maestros que piden al general Díaz que les provea de ropa, pues su saco ya está raído y temen que les quiten el empleo. Otros le piden libros (y le anexan los títulos) porque quieren prepararse mejor. Pero casi nunca había respuestas positivas. Justo Sierra, el entonces secretario de Educación y Bellas Artes, llamaba a los maestros “apóstoles” y “heroicos” y reconocía sus carencias, pero repetía “no tenemos presupuesto”, y echaba la culpa a Ives Limantour, el secretario de Hacienda. 

Por eso, unos meses después, cuando en Chihuahua y en Puebla se dan los primeros enfrentamientos contra el Estado de Porfirio Díaz y sus fuerzas armadas, muchos maestros se volcaron del lado de los revolucionarios. Y, con su característica tenacidad, la profesora Galván hizo una lista de quienes se tiene “la certeza de que estuvieron con el movimiento”, y no pocos directamente combatieron junto con Francisco Villa y Emiliano Zapata, pero también con Venustiano Carranza y Álvaro Obregón, mientras las mujeres eran correos, enfermeras y periodistas. 

Varios y varias fueron luego inspirados reformadores de la educación, notables políticos y hasta presidentes. Pero, desafortunadamente, ya en la lucha por qué proyecto de nación sería el fruto de la Revolución, en esa batalla no ganaron Villa ni Zapata y, tampoco, después, Cárdenas. Ganaron Carranza, Obregón y luego Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán Valdés… y Gustavo Díaz Ordaz y los demás que favorecieron directamente al capital y muy poco a los demás. 

Así, el presidente Carranza aceptó sólo a regañadientes que hubiera una nueva Constitución –prefería la de 1857–, y con dificultades admitió que ésta incluyera la distribución de la tierra y los derechos laborales, y a la educación sólo un mínimo agregado sobre el papel del Estado. Además, casi como para dejar clara su orientación, nombró a Félix Palavicini secretario de Educación, alguien sobre el que se refiere que buscaba “civilizar a las clases bajas para uso de las altas”, pues “si los niños de las clases trabajadoras seguían sin educación, estallarían pasiones incontrolables de avaricia, odio y envidias, y el anarquismo y el comunismo se apoderarían del país.” 

Acepta “los derechos del trabajo, pero en el supuesto de que éste se resignara a las necesidades del capital y obedeciera a sus leyes” (Meneses Morales et al.: Tendencias educativas oficiales en México:148). Esta propuesta explica por qué los maestros y estudiantes se han opuesto una y otra vez insistentemente a varios Palavacinis en la SEP actual y sus proyecto educativos. 

Y por eso, ahora el magisterio de la CNTE, que convirtió a Enrique Peña Nieto y su sexenio en un cadáver político y tumbó la reforma educativa, reclama al actual gobierno la reparación de la terriblemente injusta disminución en las pensiones (dos tercios menos); el rompimiento de la tradición que coloca en segundo plano al maestro frente a los soldados, y la derogación, entre otras, de la Ley del Issste, porque implica la obediencia a la ley sagrada de respetar el capital (y no gravarlo con impuestos como a todos); respetar el acuerdo de Morena con el PAN en las leyes de 2019-2021 y educar a niños y jóvenes en la fantasía del desarrollo armónico. Y por eso hoy crecen aquí y allá la inconformidad y la rebeldía. Y como aprendieron de la Revolución, no imploran: resisten e insisten.

*UAM Xochimilco

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *