3 December, 2025
¿Qué le pasó a Enrique Krauze?
Columnas 1

¿Qué le pasó a Enrique Krauze?

Dic 2, 2025

Mario Campa

En algún momento fue tomado por moderado, pero ese tren partió de la estación sin ánimo de retorno. Para poca sorpresa de quienes siguen sus últimos pasos, Enrique Krauze se consagró como activista radicalizado en favor de la ultraderecha.

Días antes de la concentración de la mal llamada generación Z, Salinas Pliego y Krauze celebraron el encuentro “La libertad de Vuelta” el miércoles 12 y el jueves 13 de noviembre en la Universidad de la Libertad — propiedad del magnate— con el fin de rememorar el coloquio “Vuelta: La experiencia de la libertad”, organizado hace 35 años por la revista que dirigió Octavio Paz, cuya sangre Krauze ha chupado como vampiro hasta drenarlo de algún renovado interés. De forma explícita o simbólica, era la ceremonia de inducción al ejército de “guerreros” reclutado por Salinas Pliego.

Hoy día, la libertad fecunda alianzas prosaicas. Álvaro Delgado relata en SinEmbargo cómo “Krauze y Salinas Pliego pasaron con los años del enfado al afecto”. En mayo de 2012, cuando Televisa separaba lo que el dinero podía unir, el escritor repudió la transmisión de un partido de futbol en TV Azteca en vez del debate presidencial: “Es una burla de la frágil democracia mexicana y un arrogante ‘¡Al pueblo: pan y circo!’, porque el circo es propiedad privada del señor Salinas. Debemos recordarle que no lo es: En México la televisión privada es una concesión pública, que por definición debe servir al interés público”, criticaba entonces Krauze.

Pero vueltas da la vida. Escribe Delgado: “En 2022, cuando Salinas Pliego estaba por romper con López Obrador por no perdonarle el pago de impuestos, Arte y Cultura del Centro Ricardo Salinas Pliego le rindió un homenaje a Krauze por sus 75 años de edad. Y más recientemente, en octubre, el historiador envió una felicitación al magnate por sus 70 años de edad, que fue interpretada como apoyo a su proyecto presidencial: ‘Felicidades, Ricardo. Los setenta son una buena década para construir’”. Hermanados por el azar o la afinidad, del frío pasaron al calor.

¿Se trata de un encuentro ideológico fortuito de dos propagadores de la “libertad” de las derechas? ¿O acaso de un acto de cooptación de un magnate que, si bien con una fortuna en declive, aún goza de un imán persuasivo? ¿Cómo termina un intelectual orgánico como Krauze, defensor en otra era de políticas nacionalistas y gobiernos del PRI, aliado a la ultraderecha?

Una hipótesis es que Krauze siempre haya sido acomodaticio, en función del soplo del viento. Krauze colecciona cicatrices que muestran una ideología dúctil. Sólo falta leer sus textos prolíficos en elogios a López Portillo cuando más hacía falta: en su Gobierno, abundante en crisis. Amén de López Portillo, de quien renegó después del naufragio, Krauze obsequió espaldarazos a Ernesto Zedillo, a quien hoy apoda el “verdadero hijo del 68”.

Ya en los sexenios panistas, defendió el punitivismo de Felipe Calderón en un texto titulado “La evolución mexicana”, aparecido en marzo de 2009 en Letras Libres, donde aplaudió bien entrado el sexenio “algunas victorias en aseguramientos y decomisos relacionados con la droga”. En la coyuntura de polarización, la primera posibilidad es que Krauze no sea de derechas ni de izquierdas sino de lo que haga falta, y que se haya formado temprano en la fila de un estridente a la caza de una candidatura.

Otra alternativa es que una aversión visceral a las izquierdas y a López Obrador envenenaron su alma hasta congraciarlo con las antípodas. En la publicación del texto “mesías tropical”, de raíces retóricas muy arraigadas a la religión como de forma general identifica el filósofo checo Tomás Sedlácek en su libro “Economía del bien y del mal”, Krauze erigió un nosotros contra ellos de donde salió mal librado.

Desde entonces, columna tras columna delata una obsesión quijotesca, donde todo lo que huela a Morena es un molino de viento que es preciso embestir. Tanta tinta discurre contra AMLO que parecería que arriba en el norte Trump simplemente no existiera, o que en México la desigualdad y la inseguridad heredadas fueran obra de las izquierdas. Desprovistos de contexto elemental, los relatos de Krauze sólo retratan la lucha contra el villano de Macuspana, “sepultador de la república”. Bajo esta segunda posibilidad, Krauze vería en el enemigo del enemigo a un amigo.

Una tercera hipótesis es que sólo Salinas Pliego ofrezca la promesa de enderezar los privilegios y negocios descarrilados por Morena. Según cifras de tráfico a páginas de internet de SemRush, Letras Libres perdió en el sexenio pasado al menos dos tercios de las visitas a sitio que alcanzó en su cúspide. Además de la revista familiar, Krauze ocupa un asiento en el Consejo de Administración de Televisa, donde calla como minoría desde actos de corrupción corporativa hasta el despido o la renuncia del orgullo de su nepotismo, cuya explicación fue archivada.

Esa pérdida de influencia genera todo tipo de rencores. En cambio, una chequera abultada endereza una conciencia vencida y abre ventanas de oportunidad a nuevos espacios mediáticos.

Una cuarta explicación es que Krauze se tome tan en serio a sí mismo que vea amenazado su legado entre sus públicos, cualesquiera que queden, y que Salinas Pliego sea su única posibilidad de redención en vida. Ante la menguada atención, la apuesta de Krauze podría ser una especie de overshooting, o un exceso deliberado para posicionarse como líder de opinión del contingente opositor más recalcitrante. Bajo esta línea explicativa, a sabiendas del desprecio de las izquierdas, Krauze habría elegido a las élites como mero acto de supervivencia, por más sapo que implique tragar.

Una quinta posibilidad es que los tiempos, actuando como factor exógeno, empujaron hacia la ultraderecha a varios que, como Krauze, sólo aflojaron el cuerpo. La era de derechos sociales en expansión y una geopolítica cambiante ha disparado en Occidente el rechazo a cualquier amenaza al estatus quo, manifiesto desde el retorno del espectro comunista hasta la indomable islamofobia que despierta los más bajos instintos.

Acaso la nueva normalidad es el extremo. O quizá Krauze fue siempre un llano producto de su tiempo —el ciclo neoliberal— y el cierre del bloque histórico sólo expulsó del establo de la relevancia a sus vacas sagradas, que de gordas pasaron a flacas.

En definitiva, por alguna de las anteriores hipótesis o una combinación de ellas, Krauze eligió el bando ultra de forma descarnada. Puesto en la disyuntiva de caminar con la gente o abrazar al poder verde —el de los dólares, no del ecologismo—, optó por oligarcas. Antes, en la última parada del derrotero que lleva a la radicalización, Krauze alimentó una autodependencia comprometedora con la derecha española del Partido Popular (PP) o la mexicana de Televisa y del PAN, que lo llenaron de premios a cambio de un blanqueo de rostros.

Esas ataduras, de las que ya no pudo zafarse después, fueron más y más evidentes conforme el inestable centrismo de la posguerra colapsó. Hoy día, cansado de la espalda de las izquierdas, Krauze no encontró más remedio que asirse a la única mano amiga que encontró: la ultraderecha pendenciera que vive de Trump. Vivir por y para el poder económico, nacional y extranjero, prueba ser una inyección letal para la dignidad.

(SinEmbargo)

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