11 December, 2025
La aprobación de Trump ha bajado. También su vigor
Columnas 1

La aprobación de Trump ha bajado. También su vigor

Dic 11, 2025

Por: Frank Bruni

¿Qué tan agotado debe estar un narcisista furioso como para dormitar durante los homenajes a su propia grandeza?

En una reunión de gabinete reciente, el presidente Donald Trump no solo cerró los ojos y logró una quietud lánguida universalmente reconocida como una siesta vertical, sino que lo hizo durante una reunión convocada, al menos en parte, para que pudiera rebosarse de la adulación de sus acólitos. Le guiñaron el ojo, él cerró los párpados. Es posible que la próxima vez lo piense dos veces antes de dejar entrar a las cámaras de televisión.

Y los demás deberíamos prepararnos para un déjà vu presidencial. Empieza a tener un aire al presidente Joe Biden.

No estoy sugiriendo alguna equivalencia o algo cercano a una equivalencia en sus caracteres. Biden tenía buenas intenciones, consideraba que gobernar era un asunto serio e irradiaba decencia. Trump quiere ser temido o adorado, considera que gobernar es un espectáculo y se deleita con la crueldad y la burla, que son muestras de su poder.

Pero hay ecos de lo que atormentó a Biden en lo que está atormentando a Trump. Y me refiero a algo más que la discutible disminución de la energía de Trump y la indiscutible intensificación de la atención pública sobre ello. También me refiero a la economía y al espectacular fracaso de Trump a la hora de disipar las ansiedades de los votantes.

La crítica a Biden durante la segunda mitad de su mandato fue que no comprendía plenamente lo estresados que estaban financieramente muchos estadounidenses y que se aferraba a una insistencia insensible en que las condiciones eran mejores de lo que la gente percibía. Trump, en el primer año de su actual mandato, ha alcanzado una indiferencia con la que Biden solo podía soñar.

En aquella reunión de gabinete, Trump cuestionó la idea misma de los votantes tuvieran en mente el costo de la vida y declaró la guerra a un sustantivo perfectamente bueno, descartando la “asequibilidad” como un engaño y un maleficio demócratas.

“Solo dicen la palabra”, se quejó Trump. “No significa nada para nadie. Solo la dicen: asequibilidad”.

Lo que hace que su queja sea doblemente extraña es que él mismo ha hablado de asequibilidad una y otra vez, en sus acusaciones a la economía bajo el mandato de Biden y en sus alardes sobre sus propios planes y progresos económicos.

Habló de ello cuando él y Zohran Mamdani, alcalde electo de Nueva York, se llevaron bien en el Despacho Oval hace apenas dos semanas y media, sonriéndose mutuamente mientras los periodistas presentes quedaban boquiabiertos. “Algunas de sus ideas son realmente las mismas que tengo yo”, les dijo el presidente. “Una gran cosa es el costo. La nueva palabra es ‘asequibilidad’. Otra palabra es ‘comestibles’. Es una palabra un poco anticuada, pero muy acertada. Están bajando”.

La parte de “bajando” se refiere presumiblemente a los precios de los alimentos, pero con la gramática fugitiva de Trump, nunca se sabe. Esa frase fue inusualmente sobria. Trump tiende al tipo de hipérbole que le dio a Laura Ingraham en Fox News el mes pasado, cuando afirmó que “tenemos la mejor economía que hemos tenido nunca”. Durante esa entrevista, dijo también que las encuestas que mostraban que los estadounidenses estaban preocupados por ella eran falsas, un desvío tan parecido al que Biden había hecho un año y medio antes que, en CNN, la presentadora Abby Phillip hizo una comparación de las declaraciones de los dos presidentes. La introdujo con una pregunta: “En lo que respecta a la economía, ¿Donald Trump sigue los consejos de Joe Biden en materia de comunicación?”.

Desde luego, no está aprendiendo lecciones de los problemas de Biden. En una columna reciente en The Economist con el ingenioso titular impreso “Say It Ain’t Joe” (Dime que no es Joe), James Bennet recordaba la audaz avalancha de órdenes ejecutivas que Biden firmó en sus primeros 100 días, la magnitud de su ambición legislativa, su fervor al creer que los votantes no le exigían menos, y lo mucho que todo eso lo atormentó después. ¿Te recuerda a algún otro presidente que conozcas?

Está por verse si Trump obtiene su merecido, pero sus índices de aprobación han disminuido en los últimos meses, y también, por lo que parece, su vigor. Por supuesto, su infatigable secretaria de prensa, Karoline Leavitt, lo niega; dijo que Trump “escuchaba atentamente” en lugar de dormitar furtivamente mientras los miembros de su gabinete ensalzaban sus maravillas y las de su gobierno. Dirigió a quienes dudan de su brío al “momento épico” de la reunión en el que atacó a la representante Ilhan Omar, demócrata de Minnesota, y a otros migrantes somalíes en Estados Unidos. Ya sabes, aquel en el que los llamó “basura”. Supongo que la xenofobia es ahora un sustituto de la energía.

Biden tenía 82 años al final de su presidencia. Trump tiene ahora 79, e innegablemente se mueve con más fluidez, habla más alto y se mezcla con los periodistas con más frecuencia que su predecesor. Pero abundan los indicios de que está perdiendo ritmo, como detallaron Katie Rogers y Dylan Freedman en un reciente artículo en el Times. Y los estadounidenses están, una vez más, en una especie de vigilancia del estado físico presidencial, analizando las señales de moretones, manchas y desatinos.

¿Las desconcertantes incongruencias de Trump, su sintaxis irregular y sus fantásticas tergiversaciones de los hechos son una versión totalmente desatada y envalentonada de quien ha sido siempre, o se está desdibujando su concentración? ¿Qué pasa con sus tobillos hinchados y la decoloración, en parte disimulada por el maquillaje, del dorso de una de sus manos?

¿Y cómo resolver el misterio de la resonancia magnética a la que se sometió en el Centro Médico Militar Nacional Walter Reed en octubre? Los comentarios de Trump al respecto son propios de un número de Saturday Night Live. Ha dicho que dio a los medios de comunicación los resultados completos de la prueba, afirmación que se contradice por el hecho de que ni siquiera sabemos qué parte de su cuerpo analizaron los médicos, y cuando los periodistas se lo preguntaron, profesó ignorancia.

“No tengo ni idea de lo que analizaron”, dijo recientemente a un grupo de ellos en el Air Force One. “Pero analizaran lo que analizaran, lo analizaron bien, y dijeron que tenía un resultado tan bueno como nunca habían visto”.

¿Esto viene de un hombre que sigue despotricando constantemente sobre las evasivas y engaños de ‘Sleepy Joe’ (Joe, el dormilón”)? Despierta, presidente. No engañas a nadie.

(New York Times)

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *