11 July, 2025
Solidaridad, codicia y Estado
Columnas 3

Solidaridad, codicia y Estado

Jul 10, 2025

Alejandro Páez Varela

En octubre de 2019, el Alcalde de Colón, Querétaro, Alejandro Ochoa Valencia, anunció que intentaba cobrar mil millones de pesos que Diego Fernández de Cevallos debía al municipio porque había dejado de pagar los impuestos correspondientes justo en los meses en los que el PAN lo hizo candidato presidencial.

También supongo lo que sucedió enseguida: Diego levantó el teléfono, le gritó al Alcalde y lo amedrentó con una tormenta de términos legales que sonaba como la furia misma del infierno. Claro, hizo que el pobre Presidente de un pueblo pocas veces nombrado se arrepintiera hasta de haber nacido y le otorgó un descuento de 971.8 millones de pesos en impuesto predial. El exsenador pagó apenas 12 millones 763 mil pesos por 16 años sin atender sus obligaciones por Villas del Estanco, un rancho de 220 hectáreas. Cualquiera de nosotros habría perdido la propiedad y la libertad. En cambio Fernández de Cevallos, la personalización del poder político total, superó el episodio en lo oscurito y con ganancias multimillonarias.

Me imagino que el excandidato presidencial panista habrá pensado en contrademandar a los contribuyentes; obligarlos a pagarle los mil millones de pesos que intentaban cobrarle, y algo más por las molestias. Abogados cercanos al PAN y al PRI lo han hecho; le han sacado miles de millones de pesos al Estado mexicano de esa manera. Porque además “‘El Jefe’ Diego” (así le llaman) pensaría que como se reunía cada lunes y martes con Carlos Salinas y estaba en el pináculo del poder, entonces era inmune a las obligaciones fiscales. No lo sé. Sospecho que nunca lo sabremos. Pero es un dato interesante para quien esté estudiando el comportamiento ético de la clase política y empresarial mexicana.

Me parece que el caso Diego Fernández no es, en lo absoluto, distinto del caso Ricardo Salinas Pliego o del caso Germán Larrea. De hecho, la evolución de la fortuna del dueño de Grupo Elektra es muy parecida a la del dueño de Grupo México. A los dos les fue extraordinariamente bien desde que llegó Andrés Manuel López Obrador al poder por una combinación de factores, entre ellos el manejo responsable de la economía mexicana, la innegable capacidad de negociación con Estados Unidos (Donald Trump o Joe Biden) y hasta la buena estrella, y todo combinado hizo de México, en estos últimos años, el mayor socio comercial de la mayor potencia económica del planeta. Ni más ni menos.

La fortuna de Salinas Pliego, como expliqué en un texto previo, va en declive mientras que la de Larrea crece lenta, pero se mantiene muy arriba. Según Forbes tenía 13.8 mil millones de dólares en 2017; para 2022 había cruzado la pandemia y era de 30.8 mil millones: el doble. Ahora mismo, Larrea y familia tiene 28.6 mil millones de dólares.

La gran pregunta, en los tres casos, es qué los hace tan mezquinos; por qué Diego, Salinas Pliego y Larrea no son capaces de hacer el menor de los esfuerzos de un ciudadano frente al otro (pagar sus obligaciones fiscales) cuando han hecho fortuna a expensas del Estado, por concesiones o por relaciones de poder. Los tres han recibido condonaciones de impuestos y claro que el caso del dueño de Grupo Azteca es el más dramático (por avaricia) porque terminará en una tragedia para sus empresas, pero no es distinto a los anteriores.

¿Qué lleva a un hombre tan rico como Germán Larrea a no querer pagar la limpieza de un río que contaminó mientras sacaba la riqueza que pertenece en primera instancia a esa gente a la que daña? ¿Es simplemente codicia? ¿Qué lo lleva a no donar un méndigo hospital equipado si tiene para regalar millones de ellos, si así lo quisiera? La 4T le ha permitido a él y a otros grandes empresarios fortalecen su fortuna sin evadir sus impuestos, ¿por qué no ser socialmente solidario? ¿Qué se los impide?

***

Como las llamadas “socialdemocracias” resultaron, en muchos casos, un soberano fracaso, una corriente de filósofos, historiadores y economistas plantea que quizás sea momento de ir más lejos. Habla de una desmercantilización de más sectores económicos que impactan directamente en la vida social y que participan directamente en la desigualdad.

Permítanme explicarlo un poco más.

Durante el siglo XX, muchas sociedades se fueron cargando hacia el centro desde la derecha, e incluso hacia el centroizquierda, cuando comprendieron que las políticas públicas podían ser suficientes para eliminar desigualdades sin tener que llegar al “comunismo”, que tanto asustaba a Occidente. Estados Unidos tuvo a Franklin Delano Roosevelt, por ejemplo, que por cierto estuvo más de una década en la Casa Blanca; los laboristas se hicieron del poder en Gran Bretaña y por toda Europa se crecieron los gobiernos que escuchaban a los sindicatos y a las centrales obreras. Nosotros mismos tuvimos una revuelta social (la Revolución de 1910) que se hizo Gobierno, y tuvimos a mi General Lázaro Cárdenas del Río.

Esta tendencia llevó a la desmercantilización de dos sectores en particular: la educación y la salud. Los mexicanos podemos confirmar plenamente, así como los estadounidenses y los europeos, que arrebatarle a las empresas y a los empresarios las escuelas y los hospitales y ponerlos en manos del Estado, funciona. Millones de ciudadanos fueron beneficiados durante generaciones por tener instituciones públicas que cuidaron de nuestra salud y nos dieron educación gratuita.

Luego vinieron Carlos Salinas de Gortari, Margaret Thatcher y Ronald Reagan y hubo una contrarreforma social, llamada “neoliberalismo”, para arrebatarle a las clases medias y bajas sus logros. La educación y la salud se abrieron a los intereses privados en la medida en la que fue posible, y los políticos sólo se detuvieron cuando hubo resistencia popular. Y pongo un ejemplo extremo que nos dice mucho y que hoy nos revela su importancia: Atenco.

Un pueblo se opone a que le arrebaten las tierras de sus ancestros para construir un aeropuerto y el Estado viola a sus mujeres y tortura y encarcela a sus hombres, niños y ancianos. Fueron Vicente Fox y Enrique Peña, que no se olvide. Pues esas pequeñas, pero grandes resistencias fueron las que evitaron que la contrarreforma de la derecha privatizara todo. Aquí, y en el mundo. Ejemplos similares hay en Gran Bretaña y en Estados Unidos.

El neoliberalismo no quería únicamente mercantilizar la educación y la salud: quería que todo se volviera mercancía, incluyendo la energía, el agua, las tierras ancestrales, el cielo, el aire, todo, a pesar de que una de las formas más efectivas de garantizar la movilización social (salir de la pobreza, básicamente) ha sido garantizando la educación y salud a las poblaciones vulnerables.

La contrarreforma social continúa (el caso Donald Trump será materia de análisis durante un siglo) y se ha hecho de muy variadas maneras; a veces fue brutal, como en Atenco o como en los pueblos mineros de Gran Bretaña; otras tardías, como el reciente maltrato del payaso Javier Milei a los adultos mayores en Argentina, y muchas veces fue apenas perceptible, como entregar pequeños pedazos de Pemex a los privados al tiempo que se le secaba de recursos frescos.

Sin embargo, cientos de millones de personas en todo el mundo tienen ahora más claro que nunca antes en la historia que es necesario que sectores como la educación y la salud no sean mercantilizados y dependan, siempre, del Estado. Esto es un logro tremendo. Es un avance social enorme que la gente entienda que hay sectores que simplemente no se pueden entregar a los empresarios porque siempre estarán allí los Larrea o a los Salinas Pliego para escurrir ganancias de los pueblos aunque después no queden ni pueblos.

Ahora piense esto: ¿qué sucedería si desmercantilizamos otros sectores además de la educación y la salud (y, en el caso mexicano, también la energía)? Yo creo que, en el futuro, así sucederá; que las sociedades tomarán conciencia de que es lo mejor y entonces no asustará como asusta ahora. ¿Con cuáles otros sectores empezamos un proceso más profundo desmercantilizalización? Esa es la gran pregunta.

Algunos opinan que, de manera natural, la cultura debería ser un derecho de los ciudadanos y una obligación del Estado. Y puede y debe dejar recursos y empleos, como sucede en Italia, donde se volvió uno de los principales motores de la economía y el ancla de otro sector poderoso: los servicios (hoteles, restaurantes, turismos, etc). ¿Cuáles sectores desmercantilizar?

Yo creo que debemos desmercantilizar enseguida los servicios públicos. El agua no debe ser una mercancía, pero tampoco la energía, el Internet, la seguridad pública. Los servicios no deben estar sometidos a las fuerzas del mercado porque vean lo que pasó en Estados Unidos o en España con la electricidad, en momentos de estrés climático. Casi todas las empresas son empresas: si te las subes en el lomo, como los alacranes, te pican.

Y luego, siento, tanto la movilidad urbana como la rural deben ser totalmente desmercantilizadas. Como digo, la gente tiene mucha más conciencia hoy que hace cien años en que la salud y la educación gratuita son lo mínimo que un Estado debe darles para garantizar un reparto más justo de la renta nacional. Esa tendencia debería crecer hacia otros sectores. Deberíamos, al menos, propiciar ese debate.

***

Salinas Pliego, Germán Larrea y muchos otros igual o más egoístas dejan lecciones importantes a la experiencia colectiva reciente de México. Una de ellas es que son mezquinos y punto. No tienen dimensión social y es difícil que la adquieran. Incluso puede ser todo contrario, que después de obtener enormes beneficios del Estado exijan más, no importa bajo qué condiciones. Son esclavos del dinero.

Los dos, como muchos otros, son malos patrones; el primero reclama los empleos que genera como si no obtuviera beneficios de cada trabajador, y el segundo es simplemente un explotador que no reparte beneficios, y si alguien quiere debatirme eso que me diga a cuántos mineros conoce que vivan bien.

Sin embargo, el Estado no debe hacer nada contra ellos. Sólo deben cumplir la Ley y si no lo hacen, corregirlo. Me parece que la respuesta de la Presidenta Claudia Sheinbaum es la correcta: no pagas impuestos, no tienes contratos. Y grita todo lo que quieras porque estás en tu derecho, pero no tendrás ninguna de las prebendas que reclamas del Gobierno; a las que estabas acostumbrado.

Salinas Pliego ha llevado su grosería contra la Presidenta tan lejos que yo, quizás, habría actuado muy distinto. Comparar con un criminal nazi a una mujer con ascendencia judía no se ve todos los días, y que ella respondiera con tanta tranquilidad y madurez la eleva a otro rango.

Claudia reparte lecciones que muchos deberían aprender, empezando con Diego Fernández de Cevallos, tipejo sobrevalorado, engreído, podrido de alma; con hijos políticos regados por todo el país y cada día con menos oportunidades de regresar al poder, a Dios gracias.

(SinEmbargo)

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